No es turismo, es explotación: la verdad incómoda de El Puerto

Opinión19/05/2025 Alejandro Delgado
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Todos los veranos, las calles de El Puerto Santa Maria son asaltadas. No es un turismo lo que sufrimos: es una máquina de destrucción disfrazada de ocio nocturno.

No podemos seguir llamando “turismo” a una actividad que consiste, esencialmente, en atraer a miles de personas para que beban, destrocen, y se marchen sin dejar más que basura, ruido, y beneficios en manos de unos pocos. ¿Dónde queda el bienestar de los vecinos? ¿Qué pasa con nuestro litoral, nuestras zonas naturales, nuestro patrimonio cultural?

El turismo de ocio nocturno ha degenerado en una forma de explotación sin límites. Las noches se convierten en interminables fiestas que no respetan ni el descanso de las familias ni la integridad del entorno..

Pero lo más indignante es que todo este deterioro beneficia solamente a un puñado de intereses privados. A quienes promueven macrofiestas, eventos masivos y discotecas sin control. Mientras tanto, los pequeños negocios, los artesanos, los hosteleros tradicionales, los pescadores, los vecinos que aman esta tierra, reciben las migajas o, peor aún, pagan las consecuencias.

¿De verdad queremos seguir por este camino?

El Puerto de Santa María tiene todo lo necesario para ser un referente del turismo cultural y patrimonial. Contamos con una historia milenaria, con una arquitectura única, con una gastronomía envidiable y con un entorno natural que ya querrían muchas ciudades del mundo. La clave está en cambiar el modelo. Apostar por un turismo responsable, y de calidad.

Imaginemos un Puerto donde el visitante venga a aprender, a disfrutar del vino, a descubrir rutas naturales, a vivir experiencias únicas junto al mar sin necesidad de arrasar con todo. Un turismo que se integre en la vida local, que genere empleo digno y estable, que fortalezca nuestras raíces en lugar de pisotearlas. Un turismo que no se mida por litros de alcohol vendidos, sino por el orgullo de quienes aquí vivimos.

Esta transformación no sólo es posible, es urgente. Y es rentable. Porque el turismo de calidad no significa menos ingresos, significa ingresos mejor distribuidos, más duraderos, y sin hipotecar el futuro. Significa ganar todos: los portuenses, los trabajadores del sector, y también los visitantes, que se llevarán una experiencia auténtica, no una borrachera.

Como responsables públicos, no podemos seguir mirando hacia otro lado. Es hora de tomar decisiones valientes. De poner límites. De defender lo nuestro.

El Puerto no se vende. El Puerto se cuida, se respeta y se construye entre todos.

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