



No hay festividad que se precie en la que no esté presente el pregón y su pregonero o pregonera que, con inusitado esmero y discurso grandilocuente, más o menos rebuscado, con verso constreñido o suelto, libre o preso del nerviosismo ante tamaña gesta, tomando el testigo de los que le precedieron y no poniéndolo fácil a los que le sucedan en tan honorable función de anunciar la celebración festiva, arenga y anima a participar en ella a cuantos acuden a la llamada de la entidad anfitriona que patrocina el evento y designa a la persona elegida para que, micrófono en mano y sin trompeta, diserte en alta voz sobre la grandeza de la fiesta.
Sin tiempo para digerir, casi sin entre acto o solución de continuidad, el pregón se hace acompañar de una profusa obra plástica, ya sea pictórica, gráfica o imagen impresa en el que autores se esmeran en concentrar en el exiguo espacio de un soporte físico limitado una representación o aproximación al maravilloso contenido del evento, y cuya presentación en sociedad es motivo y pretexto para un anticipo o acto preparatorio de la festividad en mayúsculas, en la que se socializa y se brinda y se inmortaliza en fotografías con los autores, autoridades o amigos y conocidos, que pulularán después por el escaparate de las redes sociales.
Y, casi sin respiro, y para evitar que decaiga el ánimo, entramos de lleno en la pre efemérides o ensayo general de la que se nos avecina, con la inauguración en mayúsculas y en minúsculas, con izado de bandera, encendido del alumbrado y eclosión de júbilo en las cenas inaugurales de las casetas, donde la música se adueña del espacio sonoro y la conversación se convierte en gesticulación y sorbo de rebujito con ojos abiertos de par en par, haciendo creer que la atención visual es más que suficiente para suplir la carencia del resto de los sentidos que han quedado aletargados en ese espacio mágico que nos invita a pasárnoslo bien.
Sin duda, todo ello ayuda a expandir y hacer posible el disfrute más allá de la oficialidad del encorsetamiento de unas fechas, que a unos parecen insuficientes y a otros desproporcionados, posibilitando así que aquellos cuyas condiciones personales les permiten mayor goce y disfrute puedan llevarlo a cabo hasta la extenuación, mientras que los más moderados o con menos predisposición o disponibilidad, elijan y circunscriban su goce y disfrute a hacer posible lo deseable con la alegría y felicidad que todos merecen.
¡Sea como sea la manera y la disponibilidad de cada uno para disfrutarla, os deseo una feliz feria!





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