“¿A dedo o por mérito? La verdad incómoda sobre los cargos públicos”

Opinión09/06/2025 Alejandro Delgado
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En democracia, la confianza es el pilar de toda representación legítima. Sin embargo, cuando hablamos de la “libre elección” dentro de los partidos políticos —especialmente al momento de designar cargos en empresas municipales— debemos preguntarnos con sinceridad: ¿estamos hablando de una herramienta de gobernabilidad o de una forma disfrazada de clientelismo?

Una práctica legal… pero no siempre justa
El sistema permite que ciertos cargos públicos —en especial los de confianza o alta dirección en empresas municipales— sean designados “a dedo”. Esto, en principio, tiene una justificación legítima: el gobierno debe poder contar con personas de confianza para ejecutar su proyecto político. Hasta ahí, de acuerdo.

Pero, ¿qué sucede cuando ese dedo no señala al más capacitado, sino al más obediente? ¿Cuando no premia la experiencia, sino la lealtad personal? En esos casos, la libre elección deja de ser un mecanismo de eficacia institucional y se convierte en una herramienta de reparto partidista.

El partido como máquina de poder, no de ideas
Quienes militamos en política lo sabemos bien: en demasiadas ocasiones, En ese entorno, los nombramientos no se ganan, se negocian. Se intercambian cargos como si fueran fichas, no con base en proyectos, sino en equilibrios de poder interno.

Y esto es peligroso. Porque cuando las empresas públicas se convierten en premios, dejan de ser herramientas al servicio de la ciudadanía y pasan a ser feudos de intereses privados con color político.

El precio del silencio: servicios públicos de segunda

No es solo una cuestión ética. Es una cuestión práctica. Cuando se colocan personas sin preparación o sin visión, los servicios se deterioran, la gestión se burocratiza y la ciudadanía pierde. Es ahí cuando la política se vuelve ineficiente… y la ciudadanía, con razón, se vuelve escéptica.

¿Qué propongo? Transparencia y democracia interna
No vengo a señalar con el dedo, sino a abrir la puerta. La puerta del cambio, de la regeneración política, de un nuevo pacto entre partidos y ciudadanos. Urge reformar los mecanismos de nombramiento para:
● Exigir perfiles técnicos para empresas públicas.
● Publicar criterios de designación con transparencia.
● Garantizar que las bases del partido participen en decisiones clave.

Porque gobernar no es repartir, es servir. Y quien quiera poder, debe merecerlo. No por su obediencia, sino por su capacidad, compromiso y visión.

La política no puede seguir siendo un juego de favores. Tiene que volver a ser un proyecto colectivo. Un contrato con la ciudadanía. Y ese contrato se escribe con mérito, se firma con responsabilidad, y se cumple con verdad.

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