La tránsfuga

Opinión02/05/2025 José Luis Romero Pacheco
POST DE OPINIÓN

No siempre lo legal es sinónimo de justo, ni lo posible deseable, ni el atrevimiento valentía, ni la osadía disculpable. Dicotomías de comportamientos y actitudes, que encuentran en nuestro idioma un inagotable catálogo de sinónimos y antónimos, capaces de retratar con precisión milimétrica aquellos comportamientos deleznables, ya lo sean por exceso de bulto o por partículas cuasi imperceptibles.

El trasfuguismo, que ni los pactos ni la regulación legal o jurisprudencial han conseguido erradicar, ha adoptado nuevas formas igualmente reprobables éticamente, sea cual fuere el destino final que observe o adopte, de quien, creyéndose propietario y poseedor de lo prestado, abandona un grupo político llevándose un acta de dudosa pertenencia por mucho que la haya tatuado con tinta indeleble en su epidermis.

Hace ya muchos años, entre el triásico y el jurásico, por aquello de que los dinosaurios de entonces aún ostentan cargos de Coordinador de la Gran ciudad, quien osa cronificar esta narración, fue concejal elegido en votación directa, sin esperar a que algún compañero dimitiera y pudiera coger el acta que los votos me negaron, y, cuando llegó el momento, este humilde edil entregó su acta de concejal para que pudiera ser ocupada por el siguiente en orden de prelación, abandonando la política municipal activa y continuando exclusivamente con la actividad profesional que compatibilicé, no sin esfuerzo pero con entusiasmo, intentando contra prestar a quienes me habían depositado la confianza, electores y organización. 

Ese proceder desde las primeras elecciones municipales en 1979 y en situaciones de origen diverso, ha sido el loable actuar de quienes un día obtuvieron el acta de concejal, bien por elección directa o por sustitución de su anterior titular y decidieron abandonar la formación en cuyas siglas concurrieron a las elecciones municipales. Es el actuar de quienes entendieron que un mandato representativo no es un título de propiedad ni una patente posesoria y que, sea cual fuere la causa de discrepancia en la comunión, lo ético, lo moral, lo honesto, lo razonable y lo justo es irse como se llegó, con la generosidad en la entrada y a la salida, sin mantener o retener posesión alguna obtenida con el concurso esencial de la organización que posibilitó el concurrir en una lista al cobijo de esas siglas.

La no adscripción no es un indulto a lo indebido, es solo un escondite o pretexto a razones abyectas inconfesables.

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