



Desde que el 3 de abril de 2024 el BOJA publicara la designación de El Puerto de Santa María como Municipio de Gran Población, no como reconocimiento meritorio, sino mediante petición expresa con memoria ad hoc elaborada por el sr. Beardo y su séquito, sin más bagaje que el concurrir un número de habitantes y la exaltación de las excelencias idealizadas que, como brindis al sol, justificaban la petición; desde entonces, en realidad, la ciudad no ha experimentado cambio o mejora alguna, y los ciudadanos como convidados de piedra, asistimos a un ajetreado trabajo opaco del que solo trascienden las noticias de creación de nuevos órganos y figuras administrativas especialmente diseñadas para que sean ocupadas por el preboste o personas afines a éste y al sr. Beardo.


El lógico eclipse de popularidad del edil Calleja, otrora líder indiscutible y sostén de la mediocre gestión “Beardina”, ha dejado al descubierto aún más la ineficacia, inoperancia y falta de respuesta a los problemas de los portuenses, el estancamiento de la gestión administrativa y la ausencia de modelo de ciudad del equipo de gobierno, lo que ha propiciado una estrategia de imagen, de resultados más que discutibles, del alcalde Beardo empeñado en crearse un aura de estadista que le catapulte a las más altas instancias del Partido Popular a nivel nacional e internacional, pretendiendo echar un tupido velo sobre su personalidad soberbia y mediocridad como alcalde, que lo deje indemne de una censura, que no podrá esquivar, de su pobre paso por la alcaldía portuense.
La estrategia diseñada para elevarse y desligarse de la mediocridad de los resultados del equipo que dirige, contaba con una primera fase de boato y sobreactuación personal en aras a gratificar su propio ego, mediante una campaña de imagen personal de calado internacional que le llevaría a foros y encuentros internacionales de renombre, ya fuere allende los mares o en el viejo continente, con los resultados bochornosos de todos conocidos.
La segunda fase era aún más ambiciosa, esto es, postular a la ciudad que ha dejado a la deriva en manos del sr. Caraballo, sr. Bello y ediles comanditarios, para el reconocimiento de ‘Gran Ciudad’, cuya concesión justificaría sobradamente su etapa como alcalde, mitigando el fracaso absoluto de su gestión y abriendo unas nuevas expectativas a algunos personajes aviesos de lucrarse ocupando nuevos puestos con cargo al erario público, que habrían de crearse al amparo del estatus de ‘Gran Ciudad’, que constituye solo una distopía paralela en contraste con las dificultades y carencias que el día a día ofrece la ciudad real a los sufridores ciudadanos y administrados portuenses, gobernados por semejante plantel.
Afortunadamente El Puerto de Santa María ha sido, es y seguirá siendo la ‘Gran Ciudad’ a pesar de quienes han tenido responsabilidades de gobierno pensando más en su propio beneficio que en el trabajo, esfuerzo y compromiso del servicio público que les es exigible.















