



El discurso político ha encontrado en el cambio climático un refugio perfecto para justificar su inacción. Bajo un manto de frases hechas y eslóganes vacíos, se descarga en un fenómeno global la responsabilidad de aquello que no se ha hecho a tiempo en lo local: limpiar acequias y alcantarillas, mantener barrancos y cunetas, prevenir incendios o invertir en la conservación de montes y pueblos.
Los episodios de lluvias torrenciales y los incendios forestales no son nuevos ni inesperados. Lo que resulta preocupante es que, pese a conocer los riesgos, se actúe tarde, mal o, directamente, no se actúe. La consecuencia es un relato victimista que repite hasta la saciedad que “lo peor está por llegar”, como si la previsión y la prevención no formaran parte de la obligación de gobernar.
El caso de la DANA en Valencia es ilustrativo: ayudas escasas, reacción tardía y un discurso oficial que se limitó a culpar al clima en lugar de reconocer la falta de gestión. Algo similar ocurre con los incendios, muchos de ellos provocados por mano humana, pero presentados siempre como una consecuencia inevitable de un planeta en deterioro.
El problema no está en admitir que el clima cambia —una evidencia incuestionable—, sino en convertir esa constatación en excusa. Repetir lo obvio (“en verano hará calor, en invierno lloverá”) es de una simpleza insultante cuando lo que está en juego son vidas humanas y recursos públicos.
La verdadera urgencia no está en construir discursos grandilocuentes, sino en actuar con responsabilidad. La prevención forestal, la limpieza de cauces y la inversión en medidas de protección ciudadana deberían estar en el centro de la agenda política. No lo están. Y mientras tanto, se dilapida tiempo y credibilidad en justificar lo injustificable.
El ciudadano necesita realidades, no mantras. La gestión política no puede reducirse a repartir culpas hacia fuera ni a convertir el cambio climático en una coartada perpetua. La responsabilidad de gobernar consiste en prever, en prevenir y en proteger. Y en eso, los responsables públicos están fallando.










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