La perla negra de la Bahía ya luce su fantasmagórica silueta en la peana de la glorieta de Valdelagrana, certificando el paso a mejor vida de la mítica motonave a la que el maestro conileño y gaditano, Paco Alba, elevara al Olimpo de la simbología portuense. Y ello, a pesar de que ni el reproducido ahora decrépito ensamblaje de la última nave, ni el de sus predecesores, contara con una utilización masiva de viajeros portuenses, que hubiera permitido la continuación de la saga surcando la Bahía.
La reproducción en acero y metacrilato asegurará mayor perdurabilidad que la encallada Carabela La Niña, cuya réplica está corriendo igual suerte que el Adriano replicado; deterioro y ruina imparable, si bien ésta lo sufre por la falta de mantenimiento y cuidado secular desde su atraque en tierra firme, erigiéndose, por tanto, en candidata a reproducir su imagen en la artesanal idealización que los cerrajeros moldeen.
Estas reproducciones cuasi chinescas cuentan con un fondo numeroso y abundante en el que nutrirse en nuestro querido y maltrecho patrimonio, al que podrán acudir nuestros gobernantes para elegir y, de este modo, encubrir o eludir responsabilidades, en el necesario mantenimiento de nuestro patrimonio, que adolece de planes de actuación y conservación y cuyo deterioro progresivo no puede ni debe consentirse y mucho menos permanecer impasibles, de ahí que lo importante no sea el símbolo, sino aquellas asociaciones como Betilo que abanderan la insurrección contra el abandono y deterioro de nuestro patrimonio.
Podremos reproducir en acero, titanio o metal de Paracelso todo lo que perdimos, perdemos y perderemos, pero todo será una caricatura vergonzante de una permisibilidad irresponsable de todos los que hemos recibido un patrimonio ingente y no hemos sabido o querido engrandecerlo.
José Luis Romero Pacheco
Abogado