

Hemos consumido la primera quincena de septiembre y con el regreso a las aulas y el éxodo turístico, la ciudad recupera el sosiego y el sonido habitual, las calles vuelven a estar menos transitadas y la circulación más fluida, los 90.000 ciudadanos portuenses recobramos esa tranquilidad que nos sigue brindando la estacionalidad de nuestra oferta turística, que ni el cambio climático consigue alterar. Pero, no obstante, y como no hay santo sin novena, como cada año y gracias al eslogan “El Puerto está de moda “, seguiremos teniendo fines de semana de cuadrillas de despedidas y tardeos en aquellos lugares que no cejan en seguir contaminando acústicamente nuestro merecido descanso y serenidad deseada.


Pero la vuelta a la pseudo normalidad nos pone de manifiesto que, tras el parón veraniego, todo sigue igual, al menos en cuanto a cosas por hacer, incumplimiento de promesas, funcionamiento de servicios, obras inacabadas y mucho por hacer o descartado, una vez que se ha disipado el humo que los justificaba.
No creo que sea necesario reproducir, no ya por reiterativo si no por la tediosa extensión de cuanto ha dejado y deja de hacer nuestro gobierno consistorial, que sigue residiendo en su distopía y en el manejo y proliferación de su propia imagen, que no es la que refleja la realidad del espejo en que debieran mirarse si no aquella que pretende maquillar la pobreza de una gestión impropia del gobierno de una Gran Ciudad, a cuyos gerifaltes se les contra presta con unos salarios absolutamente desproporcionados para la paupérrima rentabilidad que ofrecen en el ejercicio de sus cargos.
Sosiego y tranquilidad recobrados, que no entorpece el deber que como ciudadanos tenemos de exigir a nuestros poderes públicos, fundamentalmente a los más cercanos, que su gestión sea eficaz y redunde en beneficio de esta Gran Ciudad, que lo es desde siglos antes de que administrativamente se declarara el estatus, para que, a los no tan grandes en cuanto a buen hacer y eficacia, se les buscara un hueco y otorgaran emolumentos desmesurados para el pobre bagaje de sus quehaceres.
Beardo y su cohorte han sumido a la ciudad en un estancamiento y regresión sin precedentes que pone de manifiesto el agotamiento de un proyecto fabulado, que a pesar de estar conformado por una mayoría absoluta, ha sido incapaz de tomar el pulso y las riendas de una ciudad que tardará años en recuperarse de una gestión tan nefasta como la llevada a cabo por el sr. Alcalde y su equipo de gobierno, el primero a tiempo parcial por dedicación preferente a Diputación y todos los demás, los mejores retribuidos de la historia y con la menor ratio de productividad de todas las corporaciones que en nuestro Consistorio les han precedido.




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