El caso de las gafas rosas

Opinión08/11/2024 Araceli Sánchez Jiménez
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Papelera en el Paseo Marítimo de Valdelagrana.

¡Por favor, por favor, dejen de perseguir a los manteros y empiecen a perseguir a los marcianos! Estas criaturas están introduciendo en España, vía Cádiz, unos artilugios conocidos como “gafas rosas” que distorsionan la realidad claramente.

Esta mañana me tomaba un café con mi amiga en el bar Vicente (centro de El Puerto de Santa María) y detrás de nosotras se realizaba un programa de Radio Puerto entrevistando a distintos personajes.

En un momento dado, uno de ellos, vestido de policía, se dirigió a mi amiga y le dijo: “ahora sí puedo atenderla”. La susodicha le refirió que hablaran por la radio de todos los problemas que hay en El Puerto, a lo cual, tanto el agente (perdón, inspector) como la reportera, le respondieron que El Puerto estaba mejor que nunca, que nunca antes se habían realizado tantas mejoras.

Ante nuestras objeciones sobre el estado de las aceras, la respuesta fue: “Es responsabilidad de los vecinos, que las cuiden mejor y que denuncien los desperfectos”.

Sobre la insalubridad que supone tener un casco histórico con solares vacíos llenos de ratas y de basura nos vuelven a decir: “Que denuncien, que vayan uno por uno denunciándolo y ya Urbanismo les pondrá una multa”. También acusaron, como culpables, a las personas que les echan comida a los gatos.

Sobre el escándalo en las calles y el vandalismo cerca de las discotecas en la Plaza del Castillo, la reportera aportó un dato nuevo: “Todos hemos sido jóvenes y hay que aprender a convivir, pero también se puede denunciar”.

Nos preguntaron si conocíamos la aplicación Mejora El Puerto. Yo les dije que sí y que no funcionaba, según el sentir general. Esto provocó un brote de indignación: “Pero si le han dado un premio a nivel andaluz”. Ya, pero a mí la respuesta que me dieron al estado de rotura de las rejillas del alcantarillado en el Parque Calderón fue que no era competencia del Ayuntamiento, y ellos comentaron: “Porque no lo sería”.

Fue ahí cuando me di cuenta de qué color eran sus gafas. El cristal, me refiero, eran rosas. Eran las mismas de las que había tenido noticias hace poco en un círculo de sanación, donde las utilizaban para tratar la depresión. ¡Las gafas marcianas! ¡Estaban aquí!

Como la solución que me dieron ante todos los problemas es que los ciudadanos denunciáramos, he decidido denunciar este hecho, no sé si tipificado, pero algún control de aduanas de Marte a aquí ha fallado. Están trayendo gafas marcianas sin licencia.

¡Socorro, socorro, alerta máxima!

Conclusión: Si nos toman por tontos, a lo mejor es que lo somos.

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