La chicotá de la televisión

Así lo quiso Dios, y eso no se negocia; se acepta. La Semana Santa ha concluido, y aunque no fue como se soñaba, la próxima ya está marcada en el calendario.

Entre la lluvia, las suspensiones, las lágrimas, las emociones y las penitencias fuera de tiempo, hay aspectos que no pasaron desapercibidos. La Semana Santa está en boga, lo que incomoda a ciertos cofrades por la deformación que puede generar.

Es como esos medios tradicionales que intentan tapar con sus manos empresariales el torrente de información que fluye hoy en día. La comunicación actual es instantánea, llegando a cualquier rincón del mundo a través de internet en todas sus formas.

Esos mismos medios ven cómo las formas tradicionales están en decadencia, dejando atrás la televisión anticuada, caduca y rezagada. Aunque las directrices aún se sustentan en fondos públicos, su destino ha sido siempre su inevitable declive. Ese dinero "que no es de nadie" y que se riega con la complicidad institucional, aún sabiendo que eso no lo verá nadie.

Sin dejar de lado el aroma a incienso, el seguimiento cofrade ha confirmado el fin de la televisión tal como la conocíamos, si es que su agonía prolongada no lo había anunciado antes.

San YouTube ha asumido un protagonismo indiscutible, ofreciendo información, debate y momentos cofrades para disfrutar. Este patrimonio es ahora exclusivo de internet, no de la TDT.

Aunque es cierto que hay personas que no pueden o no saben manejarse en redes, cada vez son menos y tienen menos influencia. Las formas tradicionales y el encorsetamiento van quedando obsoletos, llegando tarde e inoportunos.

YouTube no es televisión, pero ya es la televisión. Creo que me entiendes. Estas afirmaciones se sustentan en números, en la audiencia del clic, no en los datos manipulados y poco fiables del share tradicional.