Según manifestaba Diario de Cádiz en su edición de ayer lunes 13 de enero, en referencia a la Iglesia Mayor Prioral, los primeros escritos datan el comienzo de su construcción hacia el año 1.480. De haberse encargado la construcción a Gyocivil aún estaría en fase de cimentación y la plaza patas arriba y los vecinos preguntando al Duque de Medinaceli, ¿para cuándo la finalización de los trabajos?
Afortunadamente, tuvieron que pasar 500 años hasta la aparición en escena de la empresa Gyocivil en nuestra ciudad, para que se le adjudicaran los trabajos del inacabado parking de Pozos Dulces, que sumió a toda la población y especialmente a vecinos, residentes y empresarios en la desesperación más absoluta con perjuicios notorios, irreparables e irreparados.
Poco tiempo más adelante, Apemsa proyecta la construcción de un tanque de tormentas en una zona de alto impacto, molestias y limitaciones múltiples a los vecinos y residentes en la zona, sin barajar otras posibles ubicaciones con menor impacto medioambiental y menor afectación al bienestar de los vecinos.
En ese momento, el Excmo. Ayuntamiento gobernado por el PP, como en el hoyo anterior, se pone de perfil, permitiendo que Aqualia-Apemsa adjudiquen las obras de ese nuevo boquete, por un importe inicial de 13.000.000 € a la misma empresa que dejó inacabado el parking de Pozos Dulces.
No había que ser un lince para vislumbrar que del proceso de selección, la elección y adjudicación de la empresa Gyocivil se podía intuir o sospechar que algo pudiera volver a repetirse un poco más arriba en la misma margen del Guadalete, y hétenos aquí, ahora en Bajamar, con los mismos operadores de Pozos Dulces: el Excmo. Ayuntamiento gobernado por el PP y las empresas públicas presididas por las mismas siglas.
Son los mismos los que están detrás de este nuevo desaguisado, que está afectando a la tranquilidad y la salud de los vecinos, causando daños en las propiedades, y provocando numerosas molestias e inconvenientes de toda naturaleza a ciudadanos en general y, de manera particular, a vecinos y residentes, además de nuevos perjuicios para negocios e instalaciones de la zona de Bajamar, como un fatídico calco de Pozos Dulces.
Vecinos desesperados, que asisten impotentes a este desastre, mientras que tanto Ayuntamiento como Aqualia-Apemsa se declaran incapaces de subvertir este nuevo fiasco, ya que la única fecha constatable fue la del comienzo de las obras, pues a día de hoy, se desconoce la fecha de finalización y, lo que es aún peor, nadie, ni Germán Beardo como alcalde y presidente de Apemsa es capaz de atisbar un futuro cierto.
De hecho, el alcalde, ahora recula de la promesa de imponer multas coercitivas por incumplimiento, diciendo que no son posibles las sanciones. Por su parte, Aqualia-Apemsa dan largas cambiadas a los vecinos, anunciando que se alargaría la jornada de trabajo con un nuevo turno (y con ello las molestias a los vecinos) y la concejala del ramo ofrece su mail para canalizar las quejas que Apemsa no atiende.
La misma concejala que, tras manifestar desconocer el plazo para la finalización, arguye que Gyocivil y Apemsa trabajan en un nuevo modificado del proyecto, lo que vendría a indicar que el proyecto inicial adolecía de un estudio exhaustivo que pudiera contemplar cualquier escenario posible, que, dada la experiencia en boquetes de la empresa Gyocivil, no tendría por qué haber supuesto contratiempo ni dilación alguna.
Afortunadamente, al inicio de las obras de la Iglesia Mayor Prioral, nuestra ciudad estaba bajo la autoridad del Duque de Medinaceli y no de Germán Beardo, Enrique Moresco o Alfonso Candón, y menos mal que la construcción del templo no contó con la colaboración de Gyocivil, cuya entrada en escena, afortunadamente para entonces y, desafortunadamente para tiempos más recientes, lo fue al amparo de las empresas públicas locales Impulsa Aparca y Apemsa, presididas por el trío reseñado, quienes por culpa in eligendo o in vigilando, colaboraron en el lamentable legado dejado, de 16.000.000 € en un parking inacabado y enterrado, y de 13.000.000 € en otra obra interminable para la que no hay más fin cierto que el de la desesperación de los vecinos que llevan 2 años sufriendo un retraso lesivo de gran parecido al que asoló Pozos Dulces.