La devoción inunda las calles con el Apostolado de los Dolores

Las vísperas se han consolidado como ese suspiro cofrade antes de los días grandes de la Semana Santa, y el Apostolado de los Dolores supo calmar la espera, con un reguero de público que se acercó a rendir homenaje a la Virgen. Devoción, clasicismo y seriedad acompañaron a la guapa Dolorosa en su recorrido por las calles de la feligresía, mientras el paso, con todo su sabor añejo, volvía a ser el centro de la procesión.

Este año, al salir en solitario y no compartir jornada con el Prendimiento, el Apostolado acaparó todo el protagonismo. Cada calle que recorrió se convirtió en un escenario de devoción colectiva, al compás de la Banda de Música de Maestro Dueñas, cuyo sonido llenó el ambiente de un gusto especial para todos los sentidos.

Pero si hubo un momento que se grabó en la memoria de los asistentes fue cuando la Virgen de los Dolores se acercó al hospital Santa María del Puerto. Enfermos y sanitarios, con los ojos brillando desde las ventanas del centro, elevaron sus plegarias, unidas al sentimiento que recorría las calles. Y, como si el propio viento lo trajera consigo, hasta el levante se rindió a la Virgen, suspendiendo el tiempo en un instante de recogimiento. La saeta de El Wilo, profunda y sentida, completó la escena, convirtiéndose en un rezo cantado que se quedaría en el recuerdo de todos los que tuvieron la fortuna de vivirlo.