Se buscan arqueólogos con experiencia, razón aquí

El Acimut Porteño05/11/2025 Ángel Quintana Fernández
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FOTO: Ángel Sanz

Dicen que sin ellos parte de la historia quedaría oculta para siempre. Son unos profesionales a los que, directa y a veces directamente, les debemos el descubrimiento de tesoros de nuestro patrimonio histórico artístico que, puestos adecuadamente en valor, atraen a propios y visitantes generando una riqueza constante.

En España, en general, los arqueólogos carecen del reconocimiento socioeconómico que se merecen. Una gran mayoría de ellos, los que no tienen la fortuna de trabajar para las universidades, instituciones u organismos públicos, malviven con un estatus laboral como autónomos o dependiendo de contratos eventuales. Estos contratos son promovidos por constructoras privadas que los fichan el tiempo suficiente para hacer los sondeos preceptivos previos a la construcción de edificios o infraestructuras.

Posteriormente, el profesional queda desamparado en el mercado laboral en una suerte de “temporeros del patrimonio histórico artístico”.

Se les perciben, a menudo, como una especie de “Indiana Jones” de turno peyorativamente hablando. Unos simples románticos busca-tesoros en una sociedad consumista y superficial, artistas prescindibles en la modernidad de los tiempos.

Todos sabemos que la Historia sigue construyéndose en archivos, hemerotecas y yacimientos arqueológicos día tras día. En el ámbito municipal esta premisa cobra gran importancia ya que la actividad investigadora produce una relación causa-efecto directa entre la divulgación, conservación o puesta en valor y la evolución de los índices económicos de las localidades.

Las recientes excavaciones en el yacimiento de Doña Blanca, que han sacado a la luz la puerta monumental de la ciudad púnica, ha zarandeado algunas conciencias, entre ellas la mía. Depender de subvenciones puntuales para estas actuaciones es un parcheo constante, una tragedia para los proyectos de investigación generales que intentan aportar una visión completa e integradora del pasado con el objetivo de levantar el relato histórico que merecen estos enclaves.

La arqueología local no puede, ni debe, depender de la emergencia del momento ni de la improvisación permanente. Tampoco puede rendirse a justificaciones de dinero europeo subyugado a la disponibilidad económica del presupuesto público de turno.

Aterrizando en nuestra ciudad, el consistorio tiene un Servicio de Patrimonio insuficiente, diezmado por los años de recortes y amortizaciones de plazas de funcionarios. Con una estructura obsoleta, sobrevive mandato tras mandato sin ser prioridad para ninguna voluntad política.

Las actuaciones arqueológicas en el subsuelo de nuestro término municipal están confiadas, sin seguir ningún plan director municipal, a los movimientos de tierra que realiza la empresa semi pública del agua Apemsa. 

Precariedad tras precariedad que pone en riesgo nuestro legado arqueológico y ahonda, aún más si cabe, en el desarraigo profesional de muchos arqueólogos portuenses que aman esta herencia y que añoran trabajarla lejos de las prisas de una mera obra, de forma seria y rigurosa.

Valencia, Villena, Alcalá de Henares, Ronda, Ávila y un largo etcétera, son ejemplos de ayuntamientos que desde hace años, con un éxito más que probado, han puesto en marcha sus respectivos Servicios Municipales de Arqueología funcionarizando y dando estabilidad a sus profesionales, trabajando entorno a exhaustivos planes municipales de arqueología.

¿Acaso El Puerto de Santa María no merece entrar en esta selección de administraciones responsables con su bagaje patrimonial? Mi respuesta es un rotundo sí y además, en mi humilde opinión, vamos tarde.

Ángel Quintana Fernández. Profesor

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