Casas del Marqués de Campo Real: ejemplo de recuperación patrimonial

El Acimut Porteño09/10/2025 Ángel Quintana Fernández
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Durante mucho tiempo, demasiado diría yo, el patrimonio histórico artístico de nuestra ciudad ha estado abandonado a merced de la iniciativa privada de propietarios que por falta de interés, de recursos económicos, por desconocimiento o por pura especulación urbanística, han dejado pasar los años si proteger, consolidar, restaurar o poner en valor edificios notables que en muchos casos están protegidos como bienes de interés cultural.

Los perfiles de estos dueños de nuestro patrimonio han sido variopintos desde familias muy conocidas en la comarca, grandes tenedoras de un buen número de fincas, inmobiliarias de bancos que negocian sin conocer la trascendencia histórico artística de estos “activos tóxicos” para el argot financiero, instituciones públicas que por falta de fondos o desidia política deciden dejar en el limbo antiguas infraestructuras notables de la localidad o algún que otro dueño despistado que desconoce que la casa recibida en herencia es un elemento que por imperativo legal debe remozar, cuidar y poner en valor para las generaciones presentes y futuras.

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Por fortuna para nosotros, sin entrar en criticar el autobombo político y las supuestas bondades para promotores y arquitectos de la aprobación del manido y, en mi opinión, sobrevalorado Plan Especial de Protección y Reforma Interior del Conjunto Histórico y Entorno de El Puerto de Santa María (PREPICHyE), la tendencia está cambiando. Este cambio coincide con el crecimiento económico a partir del fin de las consecuencias negativas de la pandemia de la COVID 19.

En nuestra trama urbana están proliferando iniciativas que recuperan fincas que estuvieron bajo el yugo del olvido durante grandes etapas. Las calles Cruces, Cielos, San Juan, Ganado o Palacios son escenarios en los que poco a poco van resurgiendo edificios que hasta hace nada dábamos por perdidos dando una deplorable imagen de nuestro casco histórico.

Las iniciativas públicas también empiezan a tomar protagonismo como la incipiente restauración del Hospital de San Juan de Dios o la reciente rehabilitación del arco de la Santísima Trinidad.

Me gustaría destacar en este artículo un proyecto de factura privada del que apenas se ha hablado que ha empezado su andadura como establecimiento hotelero sigilosamente y con mucha elegancia. Haciendo esquina en la calle San Bartolomé con la calle Palacios se erige una majestuosa casa dieciochesca. El inmueble contiene en sus bajos el mítico ultramarino de “Almacenes la Diana”. En 2018 una pareja afincada en El Puerto, enamorada de la historia y de las “piedras antiguas”, pusieron paseando su mirada en él. Se trataba de una finca segregada desde antiguo y en estado semi ruinoso. De aquellas que por casualidad miras hacia arriba en la vía pública y la descubres como un tesoro escondido. La casa se construyó frente a los jardines del primitivo palacio ducal de los Duques de Medinaceli. El promotor fue el Marqués de Campo Real, insigne terrateniente jerezano y cargador a Indias, que invirtió parte de su fortuna en adquirir suelo construyendo a mediados del siglo XVIII casas para su alquiler en el entramado urbano de El Puerto.

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El palacio del que tratamos tenía dos zonas bien diferenciadas. Su fachada de la calle Palacios fue destinada a terceros y para la residencia particular, el marqués, se reservó la fachada que tenía la entrada independiente por San Bartolomé. En 1797 la casa solariega fue adquirida en parte por el comerciante Don Nicolás de Medina reformándola y dividiéndola definitivamente en dos edificios independientes perdiendo, en parte, su identidad palaciega y el esplendor original.           

El edificio está realizado en piedra arenisca tradicional de la Sierra de San Cristóbal y de maderas nobles sus ventanas y puertas. El ladrillo se reservó por el peso de los paramentos para las plantas superiores. La rejería verde, hecha en forja de la época, completa el conjunto.

Tiene una estructura que dispone de entreplanta, usada por los escribientes y administradores del negocio familiar de antaño, planta noble destinada a las habitaciones del Marqués y planta alta con un ático en el que se alojaba el personal de servicio junto a los cuartos de lavandería, cocinas y alacenas.

Los pisos, que estaban comunicados por una escalera señorial de mármol, contaban con el abastecimiento de agua potable gracias a un sistema de poleas que ascendía desde un pozo-aljibe situado en la planta baja en la que estaban los almacenes. En la azotea una exquisita torre mirador, de las pocas que se conservan, corona el último piso para otear el “sky line” de la zona portuaria y la Bahía de Cádiz.

Un monumento restaurado artesanalmente de forma minuciosa, con la implicación directa de la mano de obra de sus actuales titulares, que merece ser conocido por propios y visitantes. Una joya rescatada del olvido convertida en apartahoteles modernos con todo lujo de detalles y comodidades. Los promotores han respetado con suma delicadeza su disposición original y materiales genuinos. Modernidad e Historia entrelazadas, presente y pasado unidos por la sensibilidad de quienes saben valorar lo que jamás se debe dejar perder, nuestras señas de identidad como pueblo. Ojalá cunda el ejemplo!

 

@palaciodelacruz_

 

Ángel Quintana Fernández

Licenciado en Historia

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