Granizada en la recogida del Dolor.FOTO: Frame del vídeo.
La ilusión se desbordaba desde primera hora. El Martes Santo prometía gloria. Pero la lluvia y el granizo, implacables sobre las 9 de la noche, deshicieron lo soñado. Misericordia y Dolor y Sacrificio esperaron. Rezaron al cielo. Pero el cielo no tuvo piedad.
Misericordia alcanzó a pisar las calles. Pocas. Las justas para dejar memoria en su barrio. Pero también se vio obligada a dar la vuelta, ante el pesar de una cofradía que luchó por completar una Estación de Penitencia que se vio frustrada por la inclemencia. La misma que ya truncó su Vía Crucis cuaresmal. El regreso fue digno, sereno… y doloroso.
Dolor y Sacrificio vivió un drama aún mayor. La salida desde Las Esclavas debía marcar un hito histórico. Lo fue. Pero no por su recorrido, sino por su ausencia. Apenas 200 metros. La vuelta, precipitada. El corazón, encogido. Y entonces, la granizada. Como si el dolor no bastara.
La Hermandad culminaba así un cambio valiente: dejar la Basílica para encontrar en Las Esclavas un nuevo hogar. Un paso que redefine su camino, que reescribe su historia. Aunque la lluvia empañó el estreno, no pudo apagar la esencia. La cofradía siguió siendo ella: negra, silenciosa, conmovedora.
Fue un Martes Santo de decisiones valientes y cielos crueles. De pasos truncados pero no vacíos. Porque cuando Dolor y Sacrificio camina, El Puerto se detiene. Y cuando no puede hacerlo, duele el doble.
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