La Pasión según Cristo

Cofrade06/04/2025Luis Miguel MoralesLuis Miguel Morales
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José Manuel Cristo utilizó su verso para elogiar y la espada para criticar.FOTO: Miguel Ángel Pino.

José Manuel Cristo exaltó la Semana Santa portuense con emoción y crítica, enfrentando sin miedo las verdades incómodas del mundo cofrade local

El Puerto ya ha puesto voz a su Semana Santa. Lo ha hecho sin artificios, con el corazón en un puño y con el verbo encendido de un cofrade que no se esconde. José Manuel Cristo Álvarez no leyó un pregón. Lo vivió. Lo sudó. Lo disparó como un dardo certero directo al alma de un Teatro Municipal lleno hasta la bandera. Fue un aldabonazo de verdad y compromiso. Un discurso que no buscaba agradar, sino remover.

Y lo consiguió.

Desde el primer minuto, la solemnidad se palpaba en el ambiente. La Cruz de Guía de su Hermandad de la Humildad y Paciencia presidía el escenario. A su izquierda, la Virgen de los Milagros custodiaba la emoción de un pregón que, más que recitar, se sintió. El prólogo fue para un recuerdo que dolía: Sergio Alejo, el capataz eterno, presente en el alma de todos pese a su ausencia. La primera ovación del público fue para la Banda Maestro Dueñas y su interpretación de La Madrugá, puro pellizco.

José Manuel Cristo caminó por la Semana Santa con paso firme y verso encendido. No olvidó a ninguna Hermandad, las nombró una a una, en orden, como queriendo construir un vía crucis de vivencias personales y devociones compartidas. Cada imagen, cada paso, cada túnica tenía su sitio en la memoria del pregonero. Porque su pregón fue también un testamento de vida cofrade: desde sus inicios con el Nazareno, pasando por su etapa de costalero, capataz y miembro de Junta, hasta el broche soñado de pregonar a su ciudad.

Pero lo que diferenció este pregón de tantos otros fue su tono. Porque fue más que un repaso devocional. Fue una sacudida. José Manuel Cristo se atrevió a decir lo que otros callan. Denunció sin miedo la dejadez institucional, esa que mantiene la Capilla de la Aurora cerrada desde hace más de diez años, una herida abierta que no deja de sangrar. Señaló la falta de tacto del Obispado, el abandono del Consejo Local de Hermandades y el conformismo de quienes deberían defender lo que es de todos.

“El Consejo prefiere ser dócil por una limosna disfrazada de subvención”, denunció, en una de las frases más crudas de su intervención. Y remató dejando entrever que ya no se sabe dónde empieza uno y termina el otro. Una crítica valiente que retumbó en el patio de butacas.

Pero también hubo ternura. La emoción brotó cuando habló de su nieto, de su padre, de aquellas madrugadas de infancia viendo al Nazareno en la pescadería en su amanecía. Y, cómo no, cuando pronunció el nombre del Desconsuelo. Su Virgen. Su vida. Porque si algo quedó claro, es que José Manuel Cristo es de la Humildad y Paciencia, y lo lleva en el ADN.

La voz de José Manuel Cristo no fue solo la suya: fue la de todo un pueblo que aún cree en la verdad desnuda de la Semana Santa. La de quienes la viven sin máscaras, sin etiquetas prestadas, sin servilismos oportunistas. Sin fariseos que fingen devoción y sin Judas que la traicionan por treinta monedas o por un rato de protagonismo en otra ciudad. Su pregón fue también un espejo, una llamada de atención a los propios cofrades: por callar cuando hay que alzar la voz, por regalar fuera lo que aquí se mendiga, por no defender lo que es nuestro como merece.

Una Semana Santa con alma, con coraje. Con memoria y con dignidad.

Con este pregón, El Puerto no solo ha dado el pistoletazo de salida a su semana más grande. Ha alzado la voz. Ha dejado claro que la fe no se arrodilla ante las instituciones ni calla ante la injusticia. José Manuel Cristo no necesitó florituras. Solo le bastó su pasión. Su fe. Y su verdad.

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